El hechizo de Sant Jordi seduce hasta a los m?s acostumbrados a los conjuros, a los que han logrado narrar el milagro, lo inexplicable, a los que vienen de pasearse por sitios majestuosos, repletos de trucos y pompa, probablemente porque la magia del d?a de hoy tiene algo de incomprensible.

El escritor uruguayo Pablo Vierci, tan abrumado como sonriente en su bautismo del D?a del libro, y el cineasta catal?n J.A. Bayona-él s? con experiencia en desempu?ar el bol?grafo, en 2016 lo hizo junto a Patrick Ness con 'Un monstruo viene a verme'-, en cierto modo dos hombres a los que ha juntado la tragedia (la de los Andes), compart?an mesa dispuestos a firmar ejemplares de 'La sociedad de la nieve', libro que public? el primero hace 15 a?os y que convive ahora con un fen?meno fan a su alrededor evidente. A?n m?s en un d?a como hoy, propenso a escenas multitudinarias.

Una ins?lita avalancha cultural, de espectadores y también lectores, un fen?meno inigualable. Un alud –perd?n, esta es la segunda referencia evidente, no puedo prometer que no quede alguna m?s- que llega puntual cada 23 de abril, pero que no por eso no deja de sorprender. Y m?s, con la presencia también a ?ltima hora de los actores de la pel?cula Sim?n Hempe y Santiago Vaca, a los que achucharon, besaron, regalaron rosas como si ellos fuesen realmente aquellos chavales que se subieron a un avi?n que nunca lleg? a destino.

Los primeros s?ntomas de que la dupla Vierci-Bayona desbordar?a el puesto de la librer?a Rocaguinarda a primera hora de la tarde se tuvieron a las 10h. A esa hora apareci? un grupito de 'fans de 'La sociedad de la nieve'' -por lo visto hoy, se merecen ya categor?a propia-, que organizaron una cola, con sus numeritos por orden de aparici?n. Todo apuntaba que no era su primera vez en una de estas. En la cola paciente, una hab?a visto el filme de Bayona 27 veces, lo que supone estar casi tres d?as enteros, sin descanso, viendo la pel?cula una y otra vez.

El car?cter milagroso evidente de la historia también daba lugar a la presencia de seguidores fervorosos, como una se?ora que repart?a estampitas de v?rgenes y que insisti? que "sigan rezando al rosario". S?, era de la numerosa colonia uruguaya que se acerc? a verles, al igual que un hombre que, a lo lejos, saludaba a Vierci con una propuesta desvergonzada: "?Vecino, venimos a saludar! Ya tomaremos un asadito".



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