Tronaron las canciller?as de Asia y m?s all? tras el acuerdo ruso-norcoreano y desde China s?lo lleg? silencio. Ni siquiera habl? su prensa m?s estruendosa y su Ministerio de Exteriores aclar? que era un asunto ajeno entre dos pa?ses soberanos. El tiempo medir? los efectos de ese compromiso de defensa y cooperaci?n militar, muy ambiciosos sobre el papel, y c?mo modifica el paisaje en una zona en la que China exige calma.

Los beneficios para los firmantes son claros. Corea del Norte y Rusia combaten la etiqueta de parias que les cuelga Occidente, muy dudosa en la segunda y muy clara en la primera. Mosc? recibe municiones para Ucrania y a Piongyang llega comida, energ?a y tecnolog?a para su programa militar y nuclear. Poco le sobra a Corea del Norte y menos la energ?a, con cortes frecuentes y restricciones en los gélidos inviernos. Desde una perspectiva doctrinal, esas alianzas de defensa mutua con aroma a guerra fr?a, que ha recuperado Washington en Asia, conforman una arquitectura que China critica a diario. En el plano pr?ctico, no le desagrada un frente m?s reforzado contra el orden global capitaneado por Estados Unidos que la constri?e ni las defensas de un mundo bipolar. M?s all? de esa certeza, asaltan las dudas que explicar?an su discreci?n a la espera de acontecimientos.

China necesita tanto a Corea del Norte como la irritan sus excesos. En una pen?nsula coreana reunificada tendr?a las tropas estadounidenses tras su frontera. Pero sus arrebatos ponen en peligro la paz y tranquilidad en la que China ha prosperado durante las ?ltimas cuatro décadas y cualquier incendio en su patio trasero podr?a finiquitarlo. Ni siquiera es descartable que Se?l se replantee su renuncia a las armas at?micas si Donald Trump llega a la Casa Blanca y aten?a la protecci?n militar. Ning?n Gobierno insisti? m?s que el chino en arrastrar a Pionyang a las negociaciones para su desnuclearizaci?n de principios de milenio, casi siempre sin éxito. Nunca ha podido Pek?n dictar la pol?tica externa norcoreana, por m?s que as? se vea en Occidente, sino apenas matizarla. Ahora, con el auxilio militar y econ?mico ruso, China teme que Kim se eche al monte.

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El presidente ruso, Vlad?mir Putin, y el l?der norcoreano, Kim Jong-un, brindan durante una recepci?n de Estado.
EFE
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“A China nunca le gustaron los ensayos nucleares ni los lanzamientos de misiles de Corea del Norte y en algunas ocasiones la castig? con sanciones. Ahora Kim sabe que puede hacer lo que quiera, incluso lanzar bombas a un islote surcoreano como hizo en 2010, porque contar? con la cobertura rusa en la ONU. Son acciones que si s?lo contara con la protecci?n china no realizar?a o se lo pensar?a dos veces”, se?ala Ram?n Pacheco, profesor de Relaciones Internacionales del King College y experto en Corea del Norte.

Cooperaci?n trilateral

El acuerdo, adem?s, servir? para que Estados Unidos incremente su ya atosigante presencia militar en el Asia Pac?fico sin ni siquiera mencionar a China, el objetivo prioritario de su pol?tica exterior. Corea del Norte es la principal raz?n que empuja a Corea del Sur y Jap?n a brazos de Washington y las distancia de Pek?n. Esa cooperaci?n trilateral, ya sin bridas desde que los conservadores gobiernan en Se?l, qued? apuntalada el pasado agosto en Camp David. El mes pasado alcanzaron el compromiso de un reforzado marco de seguridad y este verano realizar?n maniobras militares conjuntas. El mismo d?a en que Mosc? y Pionyang formaban su acuerdo, representantes chinos intentaban recomponer sus lazos con Se?l. Apela China al elemento asi?tico com?n frente a los actores lejanos pero es improbable que en el cuadro actual, con la amenaza norcoreana acentuada, pueda distanciar a Jap?n y Corea del Sur de Estados Unidos.

La alianza también le da?a la reputaci?n a China cuando se reivindica como un agente de orden en el concierto internacional. La propaganda atlantista habla ya de un nuevo Eje del Mal que junta a China con Corea del Norte, Ir?n y Rusia. Es cierto que Pek?n guarda con ellos unas relaciones fluidas, como las tiene también con numerosas democracias, pero importa menos la realidad que las percepciones y estas se han asentado ya en Europa y Estados Unidos.

La victoria de Corea del Norte

No hay mayor vencedor que Corea del Norte. Un pa?s de 24 millones de habitantes y un PIB rid?culo suma siete décadas como piedra en el zapato de Estados Unidos. Por el camino han desfilado los cad?veres de todos los que la desafiaron. No es su diplomacia imprevisible ni alocada, como manda el t?pico, sino sabia y calculadora, siempre basculando entre padrinos. De Rusia ha conseguido el acuerdo de auxilio militar en caso de ataque que ni siquiera arranc? de China. La alianza con Mosc? aten?a su dependencia con Pek?n y ampl?a su margen de acci?n.

“A China le gusta ser el actor principal y este acuerdo no la contenta pero tampoco la preocupa en exceso. Mosc? podr? influir m?s en Pionyang a corto plazo porque le dar? todo lo que necesita (armas, energ?a…) pero a largo plazo seguir? dependiendo de China porque la econom?a rusa es mucho m?s peque?a y menos diversificada”, sostiene Pacheco. China es el principal socio comercial de Corea del Norte y Rusia y las sanciones internacionales no rebajar?n la dependencia. Eso tranquiliza a Pek?n: ni una ni otra pueden permitirse desairarla ni traicionarla.



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