Con la nueva iniciativa del Gobierno espa?ol de lanzar una aplicaci?n para restringir el acceso de los menores a las p?ginas de adultos, se ha vuelto a incorporar a la agenda pol?tica el problema del consumo pornogr?fico.

Sin embargo, es desde hace tiempo un motivo de preocupaci?n entre los profesionales del ?mbito educativo y de la salud mental. Y ello se debe a tres razones fundamentales: el perfil de los destinatarios, las cifras de consumo abusivo (que est?n increment?ndose ampliamente) y las consecuencias que genera.

Un consumo precoz y generalizado

Respecto a los dos primeros factores, no deber?a sorprender a nadie que el consumo de pornograf?a sea algo generalizado. M?s del 80 % de los hombres ha accedido a contenidos de este tipo en alg?n momento de su vida y la mayor?a pueden considerarse consumidores frecuentes (entre un 40 % y un 70 % dice haber accedido en la ?ltima semana).

En cuanto a las mujeres, el porcentaje es algo menor pero también significativo: las estimaciones m?s prudentes se sit?an entre un 30 % y un 40 %.

No obstante, el mayor problema relativo a las cifras se encuentra en el rango de edad. De hecho, estos datos no solo incluyen al grupo de j?venes entre 13 y 17 a?os, sino que revelan que el primer acercamiento a los contenidos adultos se produce entre los 6 y los 12 a?os.

Menores traumatizados en consulta

Teniendo esto en cuenta, no es extra?o que se esté reduciendo la edad de los pacientes que acuden a los servicios de salud mental debido a problemas relacionados con el uso de pornograf?a. En lo que respecta a los m?s j?venes, puede afectar a las conductas y a las creencias sexuales presentes y futuras, y en los casos m?s graves, comprometer el propio bienestar psicol?gico.

As?, se han empezado a tratar en el ?mbito cl?nico casos de ni?os de corta edad con s?ntomas de traumas psicol?gicos generados por el consumo de contenidos de car?cter extremo que no son capaces de procesar.

Adultos con problemas

En lo que se refiere a los adultos, y al igual que ocurre con las sustancias adictivas, habr?a que diferenciar entre el uso no problem?tico y las situaciones de abuso o adicci?n. Es en este ?ltimo caso en el que se enmarcar?an los efectos m?s da?inos, derivados de una visualizaci?n compulsiva.

En primer lugar, las consecuencias pueden afectar al ?mbito psicosocial: ansiedad, depresi?n, irritabilidad, baja autoestima, dificultades relacionales… Y en segundo lugar, pueden surgir problemas relacionados con la propia respuesta sexual, como insatisfacci?n sexual, pérdida de interés en las relaciones convencionales, incremento de pr?cticas agresivas o coercitivas, pr?cticas dolorosas (dispareunia) o disfunci?n eréctil.

De hecho, suelen ser estos ?ltimos los motivos que empujan a los afectados a acudir a un profesional, pues es dif?cil asociar el consumo de pornograf?a con los cambios de comportamiento o dificultades psicofisiol?gicas, algo m?s sencillo de relacionar cuando se trata de una adicci?n con sustancia.

Efecto de escalada

En todo caso, el car?cter problem?tico o adictivo del consumo de pornograf?a cuenta cada vez con m?s evidencia cient?fica.

Por un lado, parece funcionar como un “superest?mulo”, es decir, como una representaci?n que produce mayor atracci?n y respuesta que el est?mulo original. Eso explicar?a, en parte, la preferencia por el contenido pornogr?fico frente a las relaciones sexuales reales.

Por otro lado, diferentes trabajos evidencian c?mo su capacidad para facilitar una gratificaci?n instant?nea, f?cil y r?pida puede llevar a un uso compulsivo que genera tolerancia. Dicha tolerancia es la responsable del efecto de escalada, que desencadena un incremento tanto en la frecuencia y duraci?n del consumo como en la b?squeda de contenidos cada vez m?s intensos que mantengan la respuesta inicial.

Estrategias realistas

Teniendo en cuenta todo lo expuesto, se hace evidente la necesidad de buscar estrategias que pongan freno al problema. Ahora bien, estos enfoques deber?an ser realistas y considerar la v?a educativa como senda prioritaria, prescindiendo de discursos moralistas o ideol?gicos y de propuestas de marketing pol?tico sin utilidad pr?ctica.

En primer lugar, porque no deber?a olvidarse que el problema va mucho m?s all? del acceso al contenido pornogr?fico audiovisual. Este solo conforma una parte de las actividades sexuales online, que incluyen también el cibersexo, el acceso a foros, los intercambios escritos (donde probablemente se encuentren los contenidos m?s crudos) o las nuevas formas de pornograf?a que aprovechan las herramientas de inteligencia artificial.

Y en segundo lugar, porque la v?a prohibicionista o restrictiva rara vez ha cosechado éxito. Y mucho menos en un campo como el tecnol?gico, donde las competencias de los j?venes superan con mucho a las de sus tutores.




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