Pep Guardiola desata el pavor entre el madridismo. Es normal. Sus estad?sticas corroboran el p?nico que crea cada vez que se cruza en su camino. En sus doce visitas sentado en el banquillo visitante en el Santiago Bernabéu, solo ha perdido pedido dos veces: nunca con su Barça, fue en una ocasi?n con el Bayern y otra con el City. Les ha ganado 13 de los 24 duelos (hay seis empates y cinco derrotas). Les ha apeado tres veces de la Champions: dos en sus ?ltimos tres choques con el City.

Y, hoy, el Madrid necesita una haza?a: una victoria en el Ethiad Stadium, un estadio maldito, porque nunca lo han logrado en sus cinco visitas anteriores con o sin Pep.

Futbol?sticamente, Guardiola, en su modernizaci?n de los conceptos cruyffistas del juego, tiene la medida tomada a los blancos. Y es que sus demoledores guarismos van acompa?ados de ba?os t?cticos de época sin importar que delante tenga a Juande Ramos (en el 2-6 su primera vez en Madrid como entrenador), José Mourinho (ingiri?, entre otros, aquel 5-0), o, estas ?ltimas temporadas, Carlo Ancelotti (en el 4-0 de la temporada pasada en Manchester).

A todo ello, el comportamiento de Pep siempre ha sido exquisito hacia el Madrid en todas sus comparecencias p?blicas. Alguien podr?a achacarle que lo del “puto amo” rompi? la norma que él mismo se impuso, pero, en realidad, fue un episodio m?s del cuerpo a cuerpo con el que Mou le ret?.

La modestia de Pep, se?alada como falsa desde la capital espa?ola y mantenida de forma sostenible desde 2008, enciende todav?a m?s los ?nimos del madridismo. Les desquicia. Como también cuando tira de iron?a. La semana pasada le preguntaron del techo del Bernabéu (que, desde la Capilla Sixtina, es la cubierta m?s elogiada en la historia de la humanidad) y se sac? de la chistera lo de “ahora s?lo tienen que mejorar la hierba: Florentino s?lo se tiene que preocupar en hacer un buen campo”.

Pep desarbola al aficionado de a pie y, principalmente, a la Caverna, que es un esperpento medi?tico, en el que no es necesario ser Sigmund Freud para descodificar su subconsciente.

Sin argumentos posibles, se crea el caldo de cultivo para que los m?s exaltados pasen del insulto personal, a la catalanofobia y al delito de odio. Todo ello en un escenario de polarizaci?n y sobreexcitaci?n en todos los sectores de la sociedad, en el que en los algoritmos de las redes sociales se convierten en un vector propagador de gasolina.

Y consecuencia de todo ello fueron los insultos hom?fobos que sufri? Pep, con pancarta incluida, en los aleda?os del Bernabéu la semana pasada, que han pasado impune con la Fiscal?a espa?ola mirando hacia cualquier otro lado. No le queda otra a Guardiola que, como siempre, su respuesta venga a través del bal?n.



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