Los veranos de Eurocopa -y de mundial, debo a?adir- son los mejores veranos de todos. Para m? siempre ha sido as?. No solo por el goce de lo futbol?stico en forma de pasatiempos de 90 minutos cada 3 horas, también por todo lo que los envuelve: su m?stica, su magia, su desbordante euforia. En los bares de los pueblos tur?sticos, las televisiones y proyectores son exprimidos como nunca, y las mesas quedan abarrotadas de visitantes de todo el continente. Las banderas pintadas en las mejillas lucen orgullosas, pero con el paso de los minutos, ya sea por el calor o bien por el nerviosismo, se desdibujan perdiendo por completo el orgullo y la estética. Por cada gol, cientos de gritos resuenan por las calles y tras los tres pitidos finales, llegan los c?nticos de euforia o los lloros de tristeza. Los veranos de Eurocopa son los veranos de mi infancia, pero sobre todo de mi adolescencia, donde el f?tbol creaba nuevas amistades internacionales y amores fugaces. Con los amigos intent?bamos divisar con quien iban las chicas y como camaleones, nos convert?amos en fan?ticos acérrimos de ese pa?s. A veces nos tocaba ir con Austria, otras veces con Alemania o Inglaterra, pero sobre todo con Francia y Holanda -o Pa?ses bajos-. No solo porque siempre eran las dos selecciones con las hinchas m?s guapas, también porque eran y siguen siendo las dos aficiones con m?s adeptos en Cadaqués. Al acabar el partido, si el resultado era favorable para la afici?n de estas, sab?amos que ser?a una buena noche. Sal?amos del Casino, el m?s atrevido hablaba con ellas, y termin?bamos en alguna playa bebiendo a escondidas y mal fumando alg?n que otro cigarrillo. Celebr?bamos el triunfo de un pa?s que ni siquiera sab?amos muy bien d?nde se ubicaba en el mapa: todo por la diversi?n, todo por un beso, todo por el amor. Ahora, a?n joven pero m?s mayor y en una relaci?n, el disfrute viene de otros lares. La Eurocopa, al menos en mi pueblo, es la m?xima expresi?n de lo que deber?a ser el f?tbol, donde familias enteras disfrutan del deporte apasionadamente, todos con su vestimenta de colores apropiados, entre cervezas y buenrollismo. Madres, padres, hijos e hijas forman parte de este ritual que no se aleja de los rituales de las tribus m?s primitivas, al fin y al cabo, es lo mismo, al menos su finalidad. La uni?n de diversos individuos que se une para sentirse parte de una comunidad. Todo lo que la pol?tica, las diferencias de gustos y la vida misma destruyen, lo arregla el f?tbol durante un mes cada cuatro a?os. Los veranos de Eurocopa son veranos inolvidables: por su m?stica, por su magia, pero sobretodo por los amores fugaces de adolescentes tan euf?ricos como hormonados.



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