"Contemplo con preocupaci?n la segunda ronda de las parlamentarias francesas, tras lo que estamos viendo en los Pa?ses Bajos y lo que ya vimos en dos pa?ses escandinavos", afirm? el canciller alem?n, Olaf Scholz, este viernes ante los medios. Llevaba varios d?as dando respuestas menos concretas a la pregunta de qué pasar? con el eje franco-alem?n si las urnas dan a Marine Le Pen las llaves del poder. La agencia de noticias DPA citaba una frase de Scholz, pronunciada en una reuni?n del Partido Socialdem?crata (SPD), m?s incisiva de lo que le permite su norma de no incidir en la pol?tica interna de otros pa?ses: "La situaci?n en Francia es deprimente. Cruzo los dedos y espero que Francia, un pa?s que amo y aprecio, evite un gobierno liderado por la extrema derecha".

A Scholz le persigue la pregunta de si el maltrecho eje franco-alem?n sobrevivir? a una victoria de Reagrupamiento Nacional desde que el partido de Le Pen se alz? con el primer puesto en la primera vuelta. El canciller se aferra p?blicamente a que, en caso de cohabitaci?n entre Emmanuel Macron y un primer ministro ultraderechista, su interlocutor seguir? siendo el presidente. Las relaciones bilaterales se trazan entre el canciller y el presidente. En el parlamentarismo alem?n, la jefatura del Estado la ejerce un presidente con funciones representativas. Por razones de protocolo, corresponde al presidente, actualmente Frank-Walter Steinmeier, recibir a otro jefe de Estado, pero las decisiones pol?ticas competen al canciller.

Los ampl?simos poderes que tiene Macron son mayores que los de un canciller federal. Pero, por encima de las diferencias entre el parlamentarismo alem?n y el presidencialismo francés, las consultas intergubernamentales entre ambos socios europeos incluyen a los ministros de uno y otro pa?s. En caso de un Gobierno de Jordan Bardella, el Ejecutivo de Berl?n "cohabitar?a" con la ultraderecha francesa.

Las relaciones con gobiernos ultras dejaron de ser tab? en Alemania cuando se trata de socios extranjeros. A la ultraderechista italiana Giorgia Melonila recibe Scholz con total cordialidad. Con el Gobierno neerlandés, ahora bajo liderazgo de la extrema derecha, ser? a?n m?s f?cil, puesto que su primer ministro no es Geert Wilders, sino el tecn?crata Dick Schoof. En lista de espera est? Austria, donde se pronostica una victoria de la extrema derecha en las parlamentarias del pr?ximo septiembre.

Puntal del orden establecido europeo

Entre el robotizado Scholz y el efectista Macron no ha funcionado la qu?mica, pero ambos se han esforzado en disimularlo. El eje se apoya en la din?mica bilateral establecida desde tiempos de Konrad Adenauer y Charles de Gaulle. La perpetuaron sucesivos t?ndems, desde el cristianodem?crata Helmut Kohl y el socialista François Mitterrand al socialdem?crata Gerhard Schr?der y el conservador Jacques Chirac. Su m?xima expresi?n, por lo extensa, fue bajo Angela Merkel y sus cuatro presidentes --Chirac, Nicolas Sarkozy, François Hollande y finalmente Macron--. Se consolid? as? un eje entre dos pa?ses que de enemigos en guerra pasaron a aliados y que acuden a las cumbres en Bruselas con l?neas consensuadas.

Cuesta imaginar que el eje pueda sostenerse con un Macron crepuscular y cohabitando con la ultraderecha. "Estamos seguros de que, independientemente de quién gane la segunda ronda electoral francesa, seguiremos adelante con nuestro trabajo con el presidente", insisti? el canciller hace unos d?as, desde Varsovia. En esa l?nea se incluy? también su anfitri?n, el primer ministro polaco, Donald Tusk, quien dijo confiar en el mantenimiento del Tri?ngulo de Weimar, formado por Francia, Alemania y Polonia. El liberal Tusk regres? al poder en Varsovia tras ganar las elecciones de 2023 y puso fin as? a ocho a?os de dominio del ultranacionalista partido Ley y Justicia (PiS). Su regreso fue saludado en Bruselas, en Berl?n y en Par?s como el fin de la pesadilla de la confrontaci?n persistente marcada por ese periodo de liderazgo ultra en Varsovia.



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